Por Luis Eduardo Vivero
Recorrieron un largo y lento camino para estar juntos. Apenas se vieron, se echaron a correr a toda velocidad, para luego recibirse a brazos abiertos, enroscarse y bailar con las manos tomadas.
Justo en el instante en el que el sol se ponía, unieron sus labios en un beso pegajoso e infinito. Finalmente las babosas se habían reencontrado.