Doña Rosa, una mártir de la lectura limeña

Abuela leyendo a su nieto

Hace un par de días me tocó experimentar un paro de la locomoción colectiva en Lima, Perú. Todo el asunto se originó debido a un plan que van a implementar para sacar de circulación un montón de combis, custers – unos buses medianos – y también buses grandes, la mayoría muy antiguos y en mal estado. Para qué mencionar el daño que producen al medioambiente con los gases que generan.

Otro asunto son los cobradores de estos transportes antiguos, quienes muchas veces tratan de forma inadecuada a los pasajeros, subiendo gente que ya no cabe, diciendo frases como «al fondo hay sitio» y «dejen pasar a la gente», cuando en realidad no es posible ni pestañear de tan lleno que está el carro.

La modernidad tiene su precio, y si bien es cierto que los buses nuevos prometen un viaje más seguro, cómodo, en mejores circunstancias de salubridad y un mejor trato al pasajero, no hay certeza en cuanto a que todas las rutas existentes vayan a ser cubiertas. Como daño colateral está el hecho de que mucha gente se va a quedar sin empleo.

Entonces ahí estaba ese miércoles en la mañana, bañado, peinado y arreglado para ir a una reunión en uno de los buses nuevos, el cual no se asomaba pese al paso de los minutos. Como parecía que el asunto tenía para rato, me puse a conversar con una señora que estaba a mi lado; comenzamos a compartir información acerca del paro de buses, de las implicancias, los tiempos de transporte, etc. Doña Rosa era del barrio y comenzó a contarme que ese lugar había sido un peladero cincuenta años atrás, que gradualmente se había ido poblando y mejorando las condiciones de seguridad y habitabilidad. De hecho tiene parques muy bien mantenidos y lindos de los cuales uno puede disfrutar tranquilamente.

Veinte, treinta, cuarenta minutos y era tiempo de ejecutar un «plan b» para llegar a la reunión en una escuela de Miraflores. Fue en ese instante en el cual le propuse a Doña Rosa tomar un taxi y pagar a medias, cosa que aceptó de buena gana, ya que ella también iba a ese distrito.

Una vez sentados atrás, debidamente presentados e introducidos uno al otro, le comenté acerca de los talleres de lectura entretenida para niños que estoy realizando en el Club de Lectura Infantil. Fue en ese momento cuando Doña Rosa me contó una historia que le había sucedido en 1957, cuando ella tenía ocho años.

Resulta que su papá era lector y había fomentado en ella el hábito de leer. A ella le encantaba una enciclopedia, sobre todo lo relacionado con los planetas y lo que se conocía hasta ese momento. Cierta maña poco afortunada para ella, estaba en su escuela – una católica, como la mayoría de los colegios en el Perú – cuando el cura de la institución comenzó a contar su versión acerca del origen de la humanidad:

Fue así como Dios tomó una costilla de Adán y creó a Eva…

Justo en ese momento la pequeña Rosa interrumpió al cura y le dijo todo lo que sabía al respecto del origen del cosmos:

Eso no fue lo que sucedió; resulta que en el universo hubo una gran explosión y todo se comenzó a expandir. Así se fueron creando los planetas y todo lo que hay en ellos, incluyendo a las personas…

Como se podrán imaginar, el cura se enfureció, le dijo que la religión no se llevaba bien con la ciencia y le pidió a Rosa que abandonara la clase. Mandó a llamar a sus papás de forma urgente y les comunicó que Rosa estaba expulsada de la escuela, lo cual era una decisión irrevocable.

La pequeña Rosa estaba desconsolada; comentaba que sus amiguitas la miraban raro, como si hubiese hecho algo malo. Ya están al tanto de que las personas tienden a ponerse del lado del sistema porque es algo que ha funcionado así mucho tiempo. Ella no comprendía qué había pasado y le preguntaba a su papá por qué el cura se había molestado, así también como sus amigas. El papá no tenía mucho que decir al respecto, o tal vez podría haber dicho algo como «hay un serio problema con la iglesia».

Como sea, la pequeña Rosa tuvo que continuar sus clases en otra escuela. Afortunadamente continuó desarrollando su aprecio por la lectura con los años y no la abandonó por esa experiencia amarga.

Actualmente muchos de los que realizamos actividades de fomento a la lectura para niños, nos enfocamos a que la experiencia de leer sea agradable y entretenida, para asociar esta acción de leer a una emoción positiva, algo que los pequeños lectores van a desear repetir probablemente.

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