Sinopsis
Dos princesas muy diferentes logran entablar una amistad durante una piyamada, en la cual decidieron hacer un campeonato de pedos.
Autor
Luis Eduardo Vivero Peña.
N° de páginas
2 y 3/4. *Solo texto.
Basado en una historia real. Cualquier coincidencia es a propósito.
Érase un reino muy lejano en el tiempo y en el cosmos. Una princesa iba caminando por la izquierda; lucía un peinado muy sofisticado al estilo de Cristóbal Colón, un superhéroe venido a menos del planeta Tierra. Era delgada y muy quisquillosa, por lo cual no solía tener muchos amigos.
A su vez, otra princesa iba caminando por la derecha; tenía una cabellera larguísima, la cual le daba chasquidos en su cintura, como si portara cascabeles en el cinturón. También tenía un genio de los mil demonios, aunque cuando quería era todo un amor.
De pronto y sin quererlo, sus caminos se cruzaron; de inmediato los diplomáticos se mostraron los diplomas de honor que daban fe de la nobleza de cada una de ellas.
Debido a que no era común encontrarse con una de su clase, decidieron darse una oportunidad para conocerse, de modo que tomaron el té a la sombra de un sauce llorón. Todo iba de maravilla, aunque de vez en cuando se peleaban casi hasta despellejarse. Afortunadamente a la mañana siguiente se levantaban como si nada hubiera pasado, por lo cual la amistad iba viento en popa.
Cierto día quedaron de acuerdo para hacer una piyamada esa misma noche. Los respectivos séquitos se esforzaron en elegirles los mejores piyamas del planeta, de tal forma que el evento fuera recordado por generaciones.
Esa noche tuvieron fuegos artificiales sin sonido, para no molestar al resto de los animales de la región. También tomaron leche de almendra con cacao, canela, clavo de olor y dulce de caña, una bebida que se le atribuía a los dioses.
Como comprenderán, ya estaban aburridas de hacer gala de sus joyas y de hablar trivialidades, por lo cual resolvieron hacer algo divertido e innovador: un campeonato de pedos. Primero una, luego la otra con mayor potencia. Entonces la primera con efectos especiales y la segunda con efectos espaciales. Por los ventanales de la torre se escuchaban risas, arcadas y llanto de tanto que lo estaban disfrutando.
No se sabe quién de las dos ganó la competencia de pedos, ya que los criados tuvieron que abandonar el lugar debido a que no habían suficientes máscaras antigases para todos. De lo que sí se habló por generaciones fue de la noche inolvidable que pasaron estas dos amigas, una vez que se liberaron de todo prejuicio, etiqueta y sobre todo de los gases.