El origen de las llamas

Cuento infantil que habla acerca del origen de las llamas.

Sinopsis

Una llama aparece en un lugar insospechado y comienza a explorar el entorno. Entonces se da cuenta que desea encontrar un lugar tranquilo, pacífico y más frío, por lo cual comienza a caminar hacia la montaña. En una noche que se viene muy fría, tiene un encuentro con otro animal de su especie. De ahí en adelante serán una leyenda que se contará por generaciones.

Autor

Escrito por Luis Eduardo Vivero Peña.

N° de páginas

3

Cuenta la leyenda que cierta mañana un animal muy extraño apareció en una playa del Perú, sin saber cómo había llegado ahí ni de dónde venía. Entonces comenzó a caminar y a explorar el lugar. Observó que hacia un lado había un montón de arena tibia, la cual se sentía riquísima en las patas. Hacia el otro lado había agua, muchísima agua que estaba toda junta, que se movía lentamente a la derecha e izquierda, y a ratos para atrás y adelante. Le pareció increíble que al mar le salían rulos cuando se acercaba a la costa, y que se escuchaban los chasquidos de las olas cuando estas rompían. Miró hacia arriba y vio unos rayos solares que se abrían camino entre las nubes; le encantó cómo se sentían sobre la piel, pero no sobre los ojos.

El animal siguió caminando hasta que se cansó. Entonces decidió tomar un poco de agua de mar para calmar la sed y el calor. Como se imaginarán, la encontró salada y la escupió. Para sacarse el gusto salado que tenía en la boca, se le ocurrió comer un poco de arena, pero se atoró e hizo lo mismo que con el agua salada.

Cuando el sol estaba pintando el horizonte con unos colores increíbles, el animal se sintió atraído por un olor riquísimo. Caminó rápido y ansioso, como quien va en búsqueda de un tesoro. Sus patas largas le servían a la perfección para tal asunto. Se dio cuenta que el aroma venía de una casa a unos cuantos metros; se acercó con cuidado, miró por la ventana y vio que sobre una mesa había canchita y habas recién tostadas, las cuales incluso estaban humeantes. Como tenía un hambre atroz, metió la cabeza por la ventana para comer. Pero justo cuando estaba por tomar la comida, una viejita lo agarró con fuerza de la cabeza y se la tiró tanto como pudo, probablemente con la idea de que fuera parte del almuerzo que estaba preparando.

El animal tiró y forcejeó, pateó y mordió hasta que logró soltarse. Pero ya no era el mismo de antes, ya que el cuello le había quedado larguísimo. Se sentía un poco extraño, pero luego de un rato le gustó, ya que podía ver más lejos que antes.
Se fue corriendo y decidió dejar ese lugar porque la vida ahí le parecía muy complicada, peligrosa y calurosa. De alguna forma que no comprendía, quería buscar la paz y la tranquilidad que a veces le es tan esquiva a los humanos. Entonces comenzó a subir hacia las montañas, pensando en que ahí encontraría lo que buscaba.

Luego de caminar y subir por días, de caminar más aún y subir aún más, comenzó a sentir frío y se dio cuenta que a donde estaba yendo era un lugar muy solitario. Por un momento pensó en devolverse a la costa, pero se acordó de la viejita que lo había intentado atrapar y decidió continuar hacia adelante, siempre hacia adelante.

A medida en que el camino se hizo más difícil, comenzaron a caer copos de nieve. A esa altura el animal estaba asustado y no sabía si pasaría la noche.

De pronto, entre la nieve que se iba acumulando, vio a un animal muy similar a él. ¡Qué sorpresa más grande! No sintió miedo y se le acercó con mucha curiosidad, ya que nunca había imaginado que había otro ser como él. Cuando estuvo frente al otro animal percibió que tenía algo especial en la mirada, y supo que su amiga nueva era una hembra. Se miraron muy extrañados y se saludaron con timidez.

De un momento a otro comenzó a soplar un viento muy fuerte y decidieron pegarse para generar calor y tener mejores posibilidades de sobrevivir. Esa fue una noche larga y difícil, pero al menos ya no estaban solos y contaban con la compañía de un igual.

A la mañana siguiente toda la superficie estaba vestida de blanco, como si algún gigante hubiera juntado muchas nubes solo por jugar. Los animales estaban acurrucados; pasaron la noche así y habían sobrevivido. Cuando terminaron de ponerse de pie se dieron cuenta de algo increíble: ¡tenían lana en todo el cuerpo! Ya no pasarían frío nunca más.

Desde ese momento aprendieron a vivir ahí e hicieron de ese hábitat su hogar. Sabían cuándo era necesario ir a otras tierras a encontrar comida, permanecían juntos siempre y disfrutaban tanto de su compañía como del silencio que ofrecía la montaña. Luego de once meses les nació una cría, y ya eran tres que caminaban por el altiplano.

Cierto día vieron a un grupo pequeño de otros animales tal como ellos. Se acercaron rápidamente, se olieron y conocieron con los otros animales. Entonces sin decir mucho comenzaron a andar todos juntos. Desde ese día eran parte de una manada, en la cual se protegían y cuidaban unos a otros.

Con el pasar de los años se extendieron por toda la Cordillera de Los Andes.

Cuenta la historia que cada cierto tiempo alguna llama hembra o macho dice que está aburrida del frío, y que había escuchado que en la costa el aire es tibio, y que los rayos de sol que se cuelan entre las nubes calientan mucho más que en el altiplano. Pero siempre hay una llama más vieja, que les cuenta la historia de cómo llegaron a tener el cuello largo y la piel llena de lana. Entonces todo vuelve a estar en el punto perfecto.