Sinopsis
Una niña llamada Renata se encuentra a una gatita pequeña a la salida del mercado. Era tan pequeña y delgada que le cabía en una mano. De alguna forma extraña, los ojos de Renata se encontraron con los de la gatita, y no fue capaz de abandonarla a su suerte en la calle. Por esto decidió llevar a cabo un plan para adoptarla, sin que su mamá se diera cuenta.
Autor
Escrito por Luis Eduardo Vivero Peña.
N° de páginas
2
Advertencia: por favor no uses este método para adoptar a un gatito. Haz todo lo posible para convencer a tu mamá o papá que adopten una mascota.
Renata ya tenía a Marte, un gato grandote, colorín, al que le gustaba pelear con los gatos del vecindario. Y también un perro tremendamente revoltoso. Así es que si se trataba de adoptar animales, tal vez podría haber llegado con una tortuga de tierra, con un cuy -aunque probablemente Marte se lo hubiera comido- o por último con un pez. Pero no con otro gato.
Y es que muchos adultos no comprenden que el amor también funciona entre humanos y animales. Que a veces cuando los ojos de una niña se encuentran con los de una gata diminuta, delgadísima y con el pelo desgreñado, no queda la posibilidad de dejarla a su suerte en la calle. Eso fue lo que le sucedió a Renata cuando a la salida del mercado se encontró con una gatita que le cabía en la mano. Su corazón latió tan fuerte que cayó rendida de amor por la gatita. “Es tan pequeña que va a pasar desapercibida”, pensó. Así es que la tomó y la puso en el bolsillo del polerón.
Al llegar a casa pasó directo a su habitación y escondió a la gatita, a quien bautizó como Venus. Luego fue a la cocina y saludó a su mamá un poco nerviosa.
-Hola ma, aquí están los atunes.
-Pero aquí hay solo cuatro, te encargué cinco.
-Es que subió el precio y me alcanzó solo para cuatro…
-Ay, Dios mío, sube todo menos los sueldos. Gracias, hija.
Un par de horas más tarde, Renata no podía más con el secreto. Es que hay cosas tan importantes que se tienen que compartir con alguien, porque de lo contrario la cabeza podría explotar.
-Papá, quiero mostrarte algo.
-Ya, hija. ¿Qué es?
-Pero primero prométeme que no le dirás a mamá.
-Bueno, te lo prometo.
Entonces lo llevó a su habitación, abrió el segundo cajón de la cómoda, la cual estaba en un rincón. Sacó a la gatita de entre la ropa y se la mostró.
-Mira. ¿Es hermosa, no?
-Sí, es preciosa y chiquitita. Hija, ¿sabes que cuando tu mamá sepa se va a armar un tremendo lío?
-Es por eso que no tiene que saber.
El papá asintió, a sabiendas de que tarde o temprano el secreto iba a ser develado. Y es que no se puede tener a un gato en casa, alimentarlo, limpiarlo, jugar con él, etc., sin que la mamá sepa.
A la semana de que Venus había llegado, la mamá de Renata estaba buscando unas medias que se le habían perdido. De pronto se escuchó un grito: “¡Renata, ven para acá de inmediato!”. La niña supo de qué se trataba. Y tal como el papá había anticipado, se armó una tremenda discusión con gritos, amenazas, llanto, y un tira y afloja de la cajita en donde estaba Venus. Hasta que la cajita se rompió y Venus cayó al suelo. Renata se lanzó al piso a recoger a Venus, llorando con el alma.
A su mamá se le partió el corazón y no pudo continuar negándose. Desde ese día Venus circula libremente por todo el espacio de la casa, tratando de no chocar con Marte.